Fotografía tomada por mi padre hace ya unos cuantos años.
"La historia empieza un 19 de diciembre de 1999; yo tenía ya casi los 13 años. El día se presentaba oscuro y nublado. Pequeñas gotas se precipitaban desde el alfeizar al suelo del patio de mi casa (si, suena a canción popular). Yo disfrutaba de una buena taza de chocolate con unas pequeñas migajas de pan frito mientras hacía los deberes de matemáticas que tanto odiaba. Oí una puerta abrirse y muchas voces a la vez. Rápidamente me levanté y fui a espiar sigilosamente, colocándome detrás de la puerta del pasillo largo de mi casa, aquel que daba a la cocina y al salón a la vez. Pude ver unas sombras a lo lejos, tres o cuatro sombras moviéndose de un lado a otro, agitándose. De repente, una de ellas se empezó a acercar a mi posición y tuve que correr para que no me cogiese in fraganti. Me metí en mi cuarto y mal-disimulé (como me gusta inventar palabros) que seguía haciendo los deberes. Me estremecí al ver que la puerta de mi habitación se abría de par en par y que una mano tocaba mi hombro. Yo, temiendo que me hubieran "pillado" espiando , cosa que mi padre siempre me decía que estaba mal, mal y mal, me giré lentamente, semejante al paso de una tortuga por tierra, y descubrí que la persona que se escondía detrás de la sombra misteriosa del pasillo era un hombre desconocido para mí. Tenía el cabello entre rubio y castaño, los ojos almendrados y verdes y una sonrisa preciosa; ¿su altura? Eemm, no recuerdo exactamente cuánto podía medir, pero con decirte que yo era un garbanzo alado de él tendrías una buena referencia en cuanto su largura. Bien, lo importante no es eso, sino lo primero que sentí al verlo y lo primero que había sentido diferente en mis 13 años de vida que tenía de aquellas. Fue como un cosquilleo; me sentía rara pero a la vez la personita más feliz del mundo.
Al oír su voz, pequeña, ¿cómo estás?, mi cuerpo respondió por mí haciendo que se me pusiese la piel de gallina y unos coloretes como faros. Sonrió al ver que no obtenía respuesta y me acarició la mejilla; después dijo adiós, y se fue. Ese día, ese mismo día, conocí por mí misma lo que era el amor a primera vista y el amor a secas. Fue en ese momento cuando me di cuenta de para que servía lo que tenemos latente en el pecho. Para sentir lo que yo sentí al ver esos ojos, esa boca y esas manos desconocidas y a la vez tan familiares que me acariciaban, me hablaban y me miraban fijamente. Nunca pensé que se podría sentir uno así en un segundo. Desde ese momento no dejé de pensar en su imagen en todo lo que llevo vivido, y es que ese conjunto de perfección no era ni es existente en la vida real.
Ahora que miro las fotos de mis padres y lo veo a él, me vuelvo a sentir como esa niña de 13 años que un día descubrió el comienzo de una nueva vida y pienso en mi respuesta a esa pregunta que nunca le contesté: enamorada de ti."
A ti, por descubrirme lo mejor de la vida